La semana pasada tuve la oportunidad de vivir una experiencia increíble. Ya había oído hablar a algunos de mis compañeros sobre aquella vez en la que les ofrecían tarifas irrisorias o se reían en su cara imponiendo condiciones ridículas y plazos inalcanzables. Sin embargo, nunca había sentido esto en mis propias carnes, tenía la impresión de que era intocable y que nunca nadie se reiría de mí, pero el sueño era demasiado bonito y la realidad confirmó mis peores pesadillas. En el fondo estoy contenta por haber vivido lo que a continuación voy a relatar porque me hace más fuerte y me hace valorar lo que realmente quiero alcanzar: trabajar como traductora.
Como muchos ya sabéis, vivo en Francia desde hace año y medio (3 años y medio si no contamos la pausa). Tengo un pequeño trabajo que me permite mejorar el idioma y seguir intentándolo en el mundo de la traducción, ya sea con pequeños contratos temporales o bien como colaboradora para Cineuropa y Global Voices. La verdad es que no me puedo quejar.
El caso es que el pasado mes dieron conmigo a través de un conocido y me propusieron la traducción de una página web bastante interesante (lingüísticamente hablando). Tras un par de correos con los que aparentemente habíamos llegado a un acuerdo económico, el encargado del proyecto me convocó para una entrevista. A mí me pareció estupendo, así que allí me presenté yo.
Todo empezó a desarrollarse muy cordialmente en un ambiente profesional que ni siquiera yo habría imaginado. Me explicó las palabras clave que no debía tocar, el estilo a seguir, los comentarios, los títulos y demás partes del texto que debía modificar o no. Además, el encargo incluía un par de traducciones juradas francés>español. No podía estar más contenta.
Todo correcto hasta que llegamos a la parte económica. Entiendo que esta parte es inevitable y que al final todos tenemos que pasar por la piedra, esto lo entiendo. También entiendo que el jefe siempre quiere tirar para su territorio y todo lo que pueda hacer en su beneficio, lo hará. Hasta aquí lo pillo. Pero lo que no acepto en absoluto es que se rían en mi cara y desvaloricen el mundo de la traducción o mi trabajo profesional.
Aquí os dejo algunas de las preguntas y comentarios que tuve que soportar (a saber que el que me hacía la entrevista era bilingüe francés-árabe):
- Pero los artículos, pronombres…¿también cuentan? ¿Está segura? (No, espera que lo compruebe) Porque en árabe no existen los artículos y no los contamos para la traducción. (Ya, pero esto es francés-español. ¡¿Hola?!).
- Tuve una chica en prácticas durante un tiempo que no se le daba mal el español, ¿podría corregirlos gratis? Cuando le explico que no, que es otra tarifa, me dice que solamente me pagará por palabra corregida. Intento explicarle de nuevo que no, que es para todo el texto pero nada, no está de acuerdo. (¡Claro que sí! Si en 10.000 palabras solo he de corregir 4, ¿qué estoy haciendo con mi vida?).
- A continuación, me comenta que tiene una cuñada que también habla un poco español y que en realidad no necesita ningún traductor. El problema con ella es que no quiere que le pague por ser de la familia y a él esto le sienta fatal. (Como si me importara su vida y su familia. ¿Intentas hacerme sentir mal?).
- Y seguimos. Me dice que tiene bastante prisa y que quiere que se lo haga rápidamente. Ni hablar del porcentaje extra por ser urgente. Y noto una carcajada y una mirada irónica hacia su secretaria que escucha con atención. (Mi cara es un cuadro en este momento).
- Espera que todavía hay más. Calcula aproximadamente lo que yo podría ganar al día, coge su calculadora y me la muestra. Entonces, con ese aire de superioridad de jefe todopoderoso, me suelta: «No pienso pagarle esto al día por su trabajo. Por este precio busco a alguien del «Pôle emploi» (el paro francés) y por 8€/hora me lo hace». (¡¡¡Adelante!!! Busca un traductor bilingüe licenciado y con un máster en el paro. Para empezar, si es español está cobrando el paro tranquilamente en casita y no en Francia soportando estas tonterías).
- Me enseña la factura y los correos de su amigo «que habla inglés» y que le va a hacer la parte en inglés de la traducción. Un folio con una única cifra, nada detallado, ni número de palabras, ni tarifa, ni nada. (Atención, ni el 20% del coste total de la traducción. Claro, a este precio cualquiera se atreve a competir. ¡Ah! Y otra cosa, ¡me importa una …. lo que tu «otro traductor» te cobre!).
- And last but not least (lo mejor de lo mejor me lo guardo para el final), cuando el desacuerdo se hace más que presente y el ambiente empieza a cargarse, me pregunta que de qué me quejo, que para mí la traducción no debería costarme nada puesto que soy bilingüe y es un trabajo automático. Que él es bilingüe y que cuando escribe «Hola, qué tal» en su lengua materna no le cuesta en absoluto y que por eso no comprende mi postura contradictoria. Aquí ya salto y le digo que está infravalorando el mundo de la traducción, que esto consiste en un trabajo y no en un hobby, que yo no traduzco por amor al arte y que no pienso trabajar en esas condiciones. Él, que en ese momento se encuentra repantingado en su sillón de jefazo, se incorpora con cara de sorprendido y empieza a pedirme perdón: «Excusez-moi mademoiselle. Excusez-moi mademoiselle. No era esa mi intención.» (¡¡Aggggg!! ¡No me llames señorita!).
Así que con las mismas con las que había llegado, me largué. Aún en la puerta del despacho me dice que podríamos seguir en contacto y que seguro que llegaríamos a un acuerdo muy pronto. (No, gracias).
Lo que más me ha dolido de esta experiencia no ha sido el hecho de que no conociera el mundo de la traducción sino el hecho de haberlo desvalorizado de esta manera con ese tono de prepotencia de «yo soy el jefe hijo de p…que buscabas». ¡¡Te puedes meter tu traducción por el…!! Voilà
Perdonad todas las palabras malsonantes que no me he atrevido a escribir.
Un saludo
Lorena
Hola Lorena:
Me has dejado sin palabras. Reuniones como esta son difíciles de olvidar. Que sepan poco de nuestro trabajo es algo bastante común y tiene un pase pero lo de este señor es tener la cara muy dura.
El aspecto económico es siempre lo más peliagudo; se piensan que pueden pagarnos lo que les de la gana. Recuerdo un caso de una traducción para un productor musical (no iba corto de pasta, vaya) que me pidió traducir los contratos para la gira de Michael Bolton y Kenny G. El cómputo ascendía a los 500 euros y me dice: «Habíamos pensado gastarnos solo 150 en la traducción». Sí, claro, tú eres el más adecuado para ponerle precio a mi trabajo…
En fin, que ánimo y a ese táchalo bien de la lista, por impresentable.
Un abrazo,
Scheherezade
Hola:
Gracias por tu comentario.
No estamos solos en esto, todo el mundo tiene experiencias por contar respecto al tema y te agradezco que nos hayas contado la tuya. Como ya digo, no me molesta que entiendan muy poco o nada sobre este mundo porque para eso estamos, para educarles, pero que te vengan con esa prepotencia, no, no, no y punto.
Por supuesto que lo tacho de la lista 😉
Un saludo,
Lorena
Buf, menuda pesadilla de entrevista. Es jodido cuando gente de tu entorno menosprecia tu trabajo y te toma por un diccionario con patas, pero cuando lo hacen los propios clientes ya es de traca. ¡Mucho ánimo, seguro que pronto encuentras clientes mejores!
Gracias por los ánimos, Anna.
Creo que lo peor de toda la entrevista fue quedarme con ganas de soltarle todo y decirle lo muy equivocado que estaba. A este nos lo llevamos a una conferencia y nos lo comemos con patatas fritas entre todos los traductores 😉
Un saludo y gracias por pasarte por mi blog.
Lorena
Hola Lorena:
Lamento que tuvieras que pasar por una experiencia tan desagradable, pero la ignorancia es atrevida y siempre nos toparemos con semejantes especímenes.
Supiste bandear la situación con maestría. Bien hecho.
Hola:
Gracias por tus palabras. Me gusta saber que hice bien y que no me equivoqué en mi postura.
Un saludo y hasta pronto.
Lorena
Pues nada, cuando vea que la traducción no da beneficios y que lo mismo hasta empeora su imagen por no haberla hecho de forma profesional, se acordará de ti. 😀 Espero que venda cosas buenas, porque me hace gracia la gente que pide mucho por su dinero y luego regatea todo lo que puede para contratar a alguien. Así nos va.
¡Ánimo, Lorena! 😀
Pablo
Hola, Pablo:
Eso mismo pensé yo cuando me hablaba de su chica en prácticas o de su cuñada. El tema económico es siempre complicado, pero que quieran regatear de esta manera…¡Eso, eso, que se acuerde de mí que me dará para otra entrada!
Un saludo.
Lorena
Increíble, pero cierto. A mí me ha pasado algo parecido con una conocida. Como hay confianza, me encargó la traducción de «un par de cosas» del español al alemán. Luego resultó que era toda la página web de su empresa. Al tiempo, como no me daba ni las gracias, la llamé y ella: «a sí, la recibí…» !!!!!
Hace unos días, me pidió que le tradujera un mail para un cliente alemán. Como siempre, ni las gracias. Y el lunes me manda el presupuesto para este mismo cliente. Ahí ya le he puesto una excusa, que ya era hora. Creo que el problema está en que creen que tal como lo lees, lo escribes en el otro idioma. Y lo que más me asombra es que esta chica es licenciada en derecho, así que su ignorancia no me la explico muy bien…
Consuela ver que la ignorancia es generalizada y te aplaudo en tu postura al ponerte en tu sitio. 🙂
Un saludo
Amparo
Hola, Amparo:
Vaya, lamento tu experiencia con aquella conocida. ¡Qué cara! Parece ser que la falta de información sobre el mundo de la traducción hace que estas experiencias ocurran con más frecuencia de lo que imaginamos. Tú también hiciste muy bien en ponerte en tu sitio. ¡Basta!
Un saludo.
Lorena
Hola Lorena:
Aún me estoy riendo con la entrevista, pero a la vez da mucho que pensar. Espero que para cuando yo salga al mercado laboral el oficio del traductor tenga la visibilidad y sobre todo el reconocimiento que se merece, y al contrario de lo que dice Amparo, creo que este desconocimiento generalizado no es motivo de consuelo, sino más bien de alarma.
La próxima vez que coja un taxi voy a decirle al taxista que no voy a pagarle los ratos que hemos estado en un semáforo en rojo, a ver qué cara me pone
Un saludo
Javier
¡Hola!
Ja, ja, ja, pues si sirve para que rías un poco, me doy por convencida. Me gusta mucho la comparación que haces con el taxista (que poco tiene la culpa, el pobre) y que sirve para hacernos una idea del tema.
Ámparo tiene razón. No solo debemos conformarnos con que no respenten sino con educarles acerca del mundo de la traducción, como ya comento en mi blog. Una de las cosas de las que me arrepiento es de no haberle dicho más cosas para que, por lo menos, conociera algo más acerca de este apasionante trabajo.
Muchas gracias por pasarte por mi blog.
Un saludo y hasta pronto.
Lorena
¡Lorena! Leí algo de esto en tu Facebook, si no me equivoco, y es absolutamente indignante, aunque me alegro de que te lo hayas tomado de la mejor manera posible: «por fin» has conocido de primera mano esa especie de «leyenda», que no es tal. Ojalá no tengas que volver a vivirlo, porque además del poco valor del trabajo, estoy segura de que te deja baja de ánimos unos días.
Un abrazo y… ¡sigue escribiendo! 😛
Hola, Merche:
Pues no, no te equivocas. En cuanto llegué a casa lo puse en Facebook pues necesitaba apoyo moral de mis traductores y en efecto, no falló 😉
Me lo he tomado bien (dentro de lo que cabe). Al fin y al cabo nadie nunca nos quitará las ganas de seguir soñando, a pesar de estas experiencias «fallidas».
Muchas gracias por los ánimos. No me esperaba menos de ti.
Un abrazo y hasta pronto.
Lorena
Hola, Lorena:
Me quito el sombrero, la forma en la que mantuviste la compostura es digna de admirar. Solo espero que no tengas la «suerte» de encontrarte con una situación parecida en tu vida. En nombre del colectivo, te damos las gracias por hacernos respetar. 🙂
Hola:
Gracias por tus palabras. Yo también espero no tener esa «suerte» muy pronto.
¡Ah! Y de nada, es lo mínimo que podía hacer 😉
Un saludo
Lorena
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